Está tan extendido hablar de cosas y personas “normales” para referirnos a los usos y costumbres más habituales, que incluso cuando lo “normal” es claramente patológico igual lo llamamos “normal” y lo aceptamos como sinónimo de sano.
Por mencionar solo algunos ejemplos históricos, fue “normal” la esclavitud, fue “normal” la caza de brujas y la tortura de “herejes” durante siglos, y aún es “normal” en ciertas sociedades lapidar mujeres por salir con el rostro descubierto o amputarles el clítoris.
Estas “normalidades” evidentemente muy anormales y aberrantes para cualquier mente libre y equilibrada ya no se discuten. Sin embargo hemos aceptado sin chistar, igual que otrora aquellas atrocidades, otras “normalidades” más sutiles pero igualmente patológicas y que poco ayudan a la salud mental.
Veamos algunas:
Nos han convencido que es “normal” poder con todo, aunque el precio siempre se pague con la salud física y mental, y se sigue estigmatizando como debilidad a quienes intentan pedir ayuda.
El famoso “los hombres no lloran” porque hay que ser fuertes, sigue siendo una lápida con la que cargan la mayoría de los hombres.
Éstos, no solo no se permiten expresar las emociones sino lo que es aún peor, no se permiten pedir ayuda hasta que las alarmas suenan en forma de infarto, ataques de ansiedad, pánico, depresión o cosas peores.
También muchas mujeres se están sumando a esa falsa fortaleza tan masculina que predica el soportar, el ser “fuertes” a como de lugar.
El problema surge cuando en la práctica se acumulan problemas, se reprimen las emociones y se ponen la armadura para evitar cualquier dolor. La misma armadura que a algunos hombres tanto les ha costado quitarse para permitirse volver a sentir.
Otra ”normalidad” promocionada por el sistema actual de salud es que hay una “pastillita mágica” para casi todo, incluso para evitar las caóticas emociones en vez de aprender a gestionarlas.
Lo trágico es que jamás las evita, solo las adormece, y dejando de lado las patologías graves en las que la medicación pueda estar bien indicada, el consumo excesivo de psicofármacos se podría evitar si en lugar de priorizar la química y el lucro de los laboratorios, se priorizara la psicoterapia y las herramientas no farmacológicas.
Es más lento, sí, pero está demostrado son mucho más efectiva a largo plazo porque solo a través del autoconocimiento es que el ser humano desarrolla resiliencia, esa fortaleza natural al aprender de los errores y adaptarse a los desafíos de la vida.
En definitiva, hoy ser “normal” es huir de uno mismo, evitar conocerse, atiborrándose de trabajo, diversión, tecnología, y drogas legales o ilegales, ser “normal” hoy, es ponerse la “armadura” para disimular la fragilidad interior, es “normal” ser reactivo y funcionar en piloto automático en lugar de ser cada vez más consciente, racional e intuitivo.
Curiosamente quien se anima a reconocer su vulnerabilidad, pide ayuda y comienza a quitarse su falsa armadura, no solo viaja más liviano sino que comienza a descubrir la fortaleza innata que todos tenemos pero que actualmente es “normal” sepultarla para no desarrollarla.
La verdadera revolución siempre ha sido primero adentro no afuera. Es la toma de conciencia de aquello que no funciona o está mal, lo que nos libera de las ataduras de estas “normalidades” aceptadas sin cuestionar como lo era la esclavitud hasta no hace mucho.
La Salud Mental, tomada como esa capacidad de navegar con relativa calma y seguridad las por momentos turbulentas y caóticas aguas de la vida, solo se alcanza cuando nos animamos a construirnos una “nave” sólida y bien equipada para el viaje. Y para construir esta “nave”, que no es más que nuestra mente, hay que entender que vamos a necesitar ayuda.
Tú, ¿ya la has buscado y pedido o te has rendido y crees que es imposible cambiar y mejorar?
Quien busca encuentra, y quien persevera finalmente alcanza su meta, dice la sabiduría popular, no esperes a que sea demasiado tarde, siempre hay Luz al final del tunel.